jueves, 23 de diciembre de 2010

Mi eterno delirio

Te recuerdo como a cada nota de mi vals preferido, sobre todo, de esas agudas que te atraviesan el alma; que te hieren al mismo tiempo que te confortan. Las obras de artes, los conciertos, nuestros juegos preferidos, las travesuras, la nada: irrumpen mis cavilaciones esta noche.

La claridad de tus ojos me alumbra el pensamiento. Cada detalle de tu cuerpo lo repaso mirándome las manos, y eso me hace desearte, aunque ya no seas mío. Me refiero a que ya no eres mío en mis recuerdos. No porque yo lo haya decidido así, es que ya me olvidaste o eso quieres hacer: lo presiento.

Debes creer que estar con ella te hará olvidarme. Pero, te dejo claro que eso no podrás hacerlo, como yo tampoco he podido. Hoy dejas ir de tu mente esos momentos perfectos vividos juntos, y llegan hasta mí vehementemente.

Aguardaré un instante y disfrutaré de estas reminiscencias intensas que atraviesan mi memoria, que me hacen sentir el calor de tu piel y la energía de tus labios. Sé que en este momento, quieras o no, estarás sintonizando con estos sentimientos.

Terminaras extrañado de eso que abriga a tu mente, empezarás poco a poco a recordar lo que creías olvidado y comenzarás a dudar… sin respuestas, acabaras concluyendo que es mejor dormir y relegar.

Lamento decirte que hoy, hasta tus sueños invadiré. No porque yo quiera, sino porque ese “no sé qué” que teníamos nos une, y nos ha unido siempre, es delirante pero genuino. No podremos separarnos como nos gustaría en esta vida, hasta que nuestras almas descansen eternamente.

Un suspiro


Mi respiración agitada,

Mis manos sudando,

Mi rostro caliente,

Todo eso, antes de un suspiro.

La pasión y el deseo,

El amor y el romance,

Los besos y las caricias,

Fueron fugaces.

Parte de aquello que llega,

Pero pronto se va,

Se anhela, pero no regresa:

Se inmortaliza.

Vana espera...

Noche tras noche te soñé, día tras día de añoré

Y a mi ventana nunca llegaste.

Tus ojos iluminaban mi mente de quiméricos recuerdos

Por años, esa luz mantuvo la esperanza.


Pero quien llegó a mis sueños una noche,

Fue ladrón disfrazado que vino a robarme los días de alegrías,

Ese, no era el que esperaba

No eran los ojos que irradiaban mi alma.


Quedé sumergida en la lúgubre soledad

Porque aunque él estaba a mí lado, no eras tú,

Y nunca será ese a quien fervientemente anhelé.